Querido amigos,
Extraño a mi mamá. Extraño la luz que traía a cada cuarto. Extraño la forma en que tarareaba para sí misma mientras barría. Extraño el sonido de su risa y la forma en que siempre encontraba un motivo para sonreír. Pero mi mamá ya no está aquí.
Amá me trajo a los Estados Unidos cuando era un bebé. Cuando mis mejillas estaban llenas y el pelo de mi cabeza era lo más parecido a la seda que tenía. No es que supiera exactamente lo que hacía. La mayoría de nosotros tenemos más o menos su edad cuando ella tuvo que tomar la decisión imposible de abandonar nuestro país con la esperanza de una vida más segura en América. Y estoy muy agradecido de que lo hiciera… Gracias a ella, puedo ir a la universidad con ustedes. Quién sabe qué habría sido de mí si hubiera decidido criarme al sur de la frontera.
A veces se siente que nunca entenderás del todo los sacrificios que hemos tenido que hacer los migrantes para sobrevivir. Cuando era más pequeña, escuchaba a Amá fantasear con la casa que algún día tendríamos y el restaurante que abriría. Como la mayoría de los niños, le decía que me iba a mover muy lejos. Ella me abrazaba y me decía que me seguiría hasta el fin del mundo.
Ojalá le hubiera devuelto el abrazo.
Mi mamá nunca había podido tener su casa. Lo máximo que pudo hacer por nuestra familia fue un apartamento con una recámara cerca de Sutro. Una parte de la ciudad que tú llamabas gueto, pero yo llamaba mi hogar. En vez de abrir su propio restaurante, ella los limpiaba. Veía cómo sus jóvenes manos se secaban y se agrietaban por los productos químicos. Nunca pensé que vería el día en que la juventud de sus ojos también se irá.
Volví a casa una semana después de la inauguración de Trump para ver cómo estaba mi mamá. Hacía días que no sabía nada de ella y el semestre ya me estaba quitando mucho tiempo. Abrí la puerta de aquel apartamento con una recámara y todo el lugar se sintió oscuro. Y allí estaba Amá, sola en la mesa de la cocina, respirando los sonidos de Noticias Telemundo. Agentes del ICE persiguiendo a niños. Madre detenida por ICE. Una niña de 11 años se quita la vida tras amenazas de deportación. Sus mejillas se habían demacrado y las canas de su pelo eran la plata más pura que jamás había tenido. Sus ojos cansados lo decían todo.
Estoy en la Universidad de Nevada no porque quiero robar sus trabajos, o gastar sus recursos. No estoy aquí para traficar drogas, ni para invadir su país. Algunos de ustedes se preguntan por qué no me devuelvo antes de que alguien lo hiciera por mí. No puedo evitar preguntarme si alguno de ustedes extrañan a sus mamás. La mamá que tuvistes antes de que se diera cuenta de que ya no podía protegerte. Estoy aquí porque mi mamá quiere una casita al que llamar suya algún día. Y seguiré su sueño hasta el fin del mundo.
Con suerte,
Anónimo
Huellas es una colección de cartas anónimas comisariada por Alejandro Cruz y Taelyn Pauley. Las opiniones expresadas en la columna, así como las publicadas en The Nevada Sagebrush, son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Sagebrush o de su personal. Si desea participar, contacta Cruz en cruzthecowboy@gmail.com para obtener más información.
